miércoles, 3 de noviembre de 2010

Buenos aires bretones

Jose y Max nos buscaron en Brest, ya que su casa era a una hora de allí y de noche no hay muchas opciones de transporte para llegar. Viven en lo que se llama la Presqu’île de Crozon que, para que se den una idea, es un Parque Nacional en la punta más occidental de Francia, en la región de Bretania. El pueblo se llama Roscanvel y es mini, pero como si fuera poco, ellos viven en las afueras. Jose ya nos había adelantado en Buenos Aires que era un paraíso terrenal en el medio de la nada, y con eso terminó de convencernos de ir a visitarlos.

Haciendo como siempre la introducción de nuestros anfitriones, Jose es una porteña, egresada del ILSE, hermana de Tomás, amigo de Vulqui, y de Agustín, compañero del cole de Vicky. Hasta hace unos años, una adicta al laburo, pero un día los planetas se alinearon y se cruzó con Max, un franco/español (madre española y padre francés), piloto de helicóptero de la Armada francesa. En conclusión, se enamoraron, ella lo siguió a Francia y se casaron en una ceremonia que involucró tres helicópteros y un buzo táctico con un ramo de rosas (es verdad, vimos la foto). Lo más gracioso es que quisieron hacer algo íntimo y discreto, pero terminaron en la remake de Top Gun.

Como era de noche, pudimos ver poco del paisaje. Adivinamos el bosque y alguna otra cosita, pero nos dedicamos a charlar a un ritmo interesante. No era para menos, con tres argentos y un gallego hicimos una mezcla explosiva y nos hablamos todo hasta las tres de la madrugada. En el medio nos bajamos un par de sidras y una comida casera buenísima que nos preparó la señora de casa.

Después de un sueño reparador, abrimos la ventana y nos encontramos en el medio de la naturaleza con vista al mar incluida. Era el lugar perfecto para relajarse. Desayunamos todos juntos y partimos en tour a la punta de la punta, pero la niebla era tan densa que apenas nos dejaba ver a unos metros, así que tuvimos que hacer un cambio de planes y empezar por el otro lado. Nos fuimos a Morgat, que es un lugar de veraneo principalmente de franceses adinerados. Una playa hermosa que en ese momento estaba bastante cubierta por el mar, y unas casas espectaculares, incluyendo una muy particular diseñada por Eiffel (el mismo de la torre, claro). Nos sentamos a comer unos crepes con una vista increíble. Finalmente, se despejó, el mar fue bajando y nos hicimos un paseíto por la playa.

La siguiente parada en nuestro tour fue Camaret, un pueblo de pescadores muy pintoresco. Casitas de colores, mar transparente y un barquito al lado del otro. Dadas las condiciones climáticas, nos aventuramos al lugar prometido. Un mirador con una vista sobre un acantilado espectacular que se clavaba en el mar, del que surgían tres peñascos. ¡Daban ganas de saltar! Nos quedamos sentados un rato alucinados con el paisaje. Reprimimos los instintos suicidas, y nos fuimos a la última parada del día.

La zona de la Presqu’île fue históricamente un punto militar estratégico para defender a Francia de un ataque marítimo, especialmente de Inglaterra. Por esa razón, esta punta estaba amurallada y en las distintas caras estaban dispuestos una serie de fuertes, que con el tiempo cayeron en desuso. Como la zona todavía es de uso militar (de hecho la base de Max queda muy cerca de la casa y algunas prácticas se desarrollan allí), las ruinas de estos viejos fuertes no son turísticas, pero como nosotros estábamos de expedición con el comandante, tuvimos el privilegio de visitar uno. Estaba hecho aprovechando una gran roca sobre el mar, lo que lo camuflaba un poco más. Bajamos por un caminito de piedras, cruzamos el puente que todavía sobrevivía y lo recorrimos por todos lados. Realmente era como transportarse en el tiempo. Vimos la puesta del sol y cómo el mar se volvía violeta de repente. El cierre perfecto de un día hermoso.

El domingo amanecimos con un cielo despejado. Nos tomamos un cafecito al solcito y nuestros anfitriones nos “desayunaron” con una sorpresa: “Si tienen ganas, podemos hacer un sobrevuelo en avioneta”. La respuesta fue más que obvia. Como piloto, Max tiene la posibilidad de alquilar una hora de uso del avioncito. Estábamos como dos chicos en una juguetería. Corrimos a prepararnos ¡para volar! Un toque de glamour en nuestro viaje mochilero.

Después de una hora de auto, arribamos al aeropuerto de Brest. Esperamos ansiosos mientras Max hacía el papeleo y preparaba el avión. Con todo listo, teníamos que decidir quién sería el copiloto. Nos miramos e hicimos un trato por el cual Vulqui sería el elegido. Max y Vulqui al frente, Jose y Vicky detrás.

Todo fue de película. Los auriculares, las indicaciones de la torre de control, el despegue... Desde arriba se veía el mar turquesa, super transparente, y los barquitos sobre la arena por la marea baja. Confirmamos lo especial que era ese lugar. Un paisaje increíble y encima con un cielo perfecto, completamente despejado. Entonces, Max le ofreció a Vulqui que piloteara (ahí fue cuando Vicky se arrepintió completamente de su pacto). Vulqui tomó el “joystick” y por un momento estuvo al mando de la máquina. Costó al principio, hasta que le agarró la mano. Por suerte, Max estaba supervisando y volvimos a casa sanos y salvos.

Nos sentamos a comer unos quesitos y tomar un vino afuera. Para variar nos hablamos todo. Política, economía, la guerra, etc., etc. Un día genial, hasta que Max nos dio la noticia de que al día siguiente tenía que salir a una misión secreta por dos días (no les podemos decir de qué, sino tendríamos que matarlos).¡Se nos iba el cuarto integrante! Realmente nos rompió el corazón. Por suerte, nos quedaba Jose, aunque el lunes nos abandonaba también, pero sólo por un rato, ya que empezaba un master en Brest.

Arrancamos tarde, para variar. Jose nos había dejado su auto para que fuéramos a pasear y nos había recomendado que hiciéramos un trekking por la costa. Antes de salir, nos llamó para avisarnos que al mediodía Max pasaría con su helicóptero por un mirador. Hacia allí fuimos. Decidimos esperarlo en una playa que se veía debajo del mirador. Para eso, bajamos unos metros y atravesamos un bunker de la Segunda Guerra Mundial completamente abandonado. Adentro, nos encontramos un misil que advertía “danger”. De peligroso le quedaba poco. Ubicamos en el horizonte la base y nos sentamos en la playa a comer unos sanguchitos y esperar. A la hora señalada, apareció un punto negro a lo lejos que se fue haciendo cada vez más grande. Corrimos a la orilla y les hicimos señas. El helicóptero dio unas vueltas sobre nuestra cabeza y esa fue nuestra despedida de Max.

Después de un rato, recuperamos la consciencia y seguimos viaje. El trekking arrancaba a unos kilómetros de allí. Estacionamos y empezamos la caminata. El día fue mejorando con cada paso que dimos. El sol estaba increíble e intensificaba todos los colores del camino y el mar no tenía nada que envidiarle al Caribe. Una tranquilidad infinita. Se veían algunos veleritos privilegiados, pero no se escuchaba ni una mosca. En la mitad del camino paramos un ratito y nos tomamos unos mates para admirar ese paisaje como se debía. Otro día perfecto. Para ser sinceros, el trekking costó un poco más de lo esperado, especialmente a Vicky, pero valió la pena completamente.

El final del trayecto era en Morgat, donde nos esperaba Jose. Volvimos a casa los tres y tal como habíamos prometido cocinamos la cena. El pastel de papas no iba para una argentina, así que la receta varió un poco. Comimos rico y charlamos mucho para no perder el hábito.

En nuestra última mañana, salimos temprano los tres juntos. Dejamos a Jose en la Universidad y nos fuimos a recorrer los alrededores de Brest, pero después de lo que habíamos visto, no había mucho que pudiera sorprendernos. Buscamos a Jose en su intervalo y tuvimos nuestro almuerzo de despedida: un pic nic en el estacionamiento del aeropuerto. Mucho nivel. Después del “recreo”, Jose volvió a sus obligaciones. A nosotros todavía nos quedaba un rato de espera y la travesía Brest – Paris – Berlín que iba a tomar unas cuantas horas.

Dejamos Roscanvel después de un fin de semana de película, habiendo visto el paisaje más espectacular en lo que iba del viaje y con dos amigos en nuestro haber.

2 comentarios:

  1. El proximo blog es de Berlin! Que gay! Saludos desde Berlin! Daniel

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  2. Jajaja, Berlin is available now, we dedicted to you! Big hug

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