jueves, 9 de septiembre de 2010

Leiden, la petit Amsterdam

El día que dejamos Amsterdam llovía a cántaros. Nos tomamos el “tram” a la estación central y nos encontramos con que muchos trenes estaban demorados por la lluvia. El nuestro no era la excepción. Parecía una señal de que no teníamos que dejar la ciudad, pero después de un rato de esperar y preguntar, finalmente sonó el silbato y partimos.

En Leiden nos esperaba Rajko que, como buen holandés, había ido hasta la estación en bicicleta. Como con Michael y Bram, era raro para Vulqui volver a verlo, pero a la vez una alegría inmensa.

Después de una pequeña caminata, llegamos a lo de Chris, su mamá, ya que en su depto de estudiante no había suficiente lugar para quedarnos. Así que nuestra estadía en Leiden fue en una casa típica, de esas de varios pisos, escaleritas angostas y techo a dos aguas, como las que veíamos cuando caminábamos por la calle. Una casa hermosa con un jardín espectacular muy bien cuidado por su dueña.

Llovía de a ratos, por lo que nos quedamos charlando mientras esperábamos que pasara. No tardamos mucho en salir a caminar la ciudad, y para nuestra sorpresa, nos encontramos que Leiden era muy parecida a Amsterdam. Las casas eran muy similares y los canales estaban por todos lados. Era una Amsterdam más tranquila, sin el centenar de prostitutas y coffe shops, o por lo menos no a la vista. Silenciosa y muy armónica, como de cuento.
Después de caminar por los canales y las callecitas, y de asombrarnos de lo que para Rajko era cosa de todos los días, nos sentamos en un bar flotante a tomar la cerveza obligada. De la lluvia no quedaban rastros.

Quisimos hacer la cena y unas empanadas sonaban bien, pero después de buscar por todos los medios los elementos para hacerlas, tuvimos que volver al querido pastel de papas. Tuvo buena aceptación en la cena familiar, ¡y eso que teníamos bastante presión! (Rajko es chef).

A la mañana siguiente, salimos a caminar Leiden solos. Rajko tenía que hacer algunas cosas y quedamos en encontrarnos al mediodía para hacer una recorrida por los alrededores. Después de andar un rato nos chocamos con los típicos molinos de viento y terminamos de confirmar que estábamos en Holanda.

Empezamos nuestro road trip por Holanda. La primera parada era la playa, a sólo 20 minutos de Leiden. Desde el auto, el cielo se veía casi sin nubes y el sol se hacía sentir. Estacionamos en un balneario que era como Pinamar sin pinos. Nos encontramos con un mar marrón y arena oscura, perfecto para no extrañar tanto casa, o no. Nos clavamos las ojotas y nos aventuramos a la orilla, pero un pseudo tornado no nos dejó avanzar. Agarrados para mantenernos en el suelo, caminamos paso a paso (como diría Mostaza) contra viento y marea, hasta un refugio detrás de unas sombrillas. Dejamos de pensar que era seguro después de ver cómo salían volando algunas y nos pasaban a centímetros de la cabeza. Después de un rato abortamos la misión playera y nos retiramos a tomar algo en uno de los paradores que, por obvias razones, estaba vacío.

Seguimos nuestro mini tour hacia el campo. Nos encontramos con algunas plantaciones de flores de todos los colores, que de lejos parecían dibujos en la tierra. Espectacular. Como Holanda está llena de agua, el pasto es de un verde super intenso y hay mucha vegetación. Nos cruzamos canales dentro y fuera de las ciudades. El agua está por todas partes.

Volvimos a casa habiendo estado en la playa y en el campo en una misma tarde. Esa es la ventaja de un país chiquito donde todo queda cerca. Como a varios de nuestros anteriores anfitriones, también a Rajko hicimos parte de nuestra evangelización matera. Chris no podía cenar con nosotros porque tenía un compromiso, pero nos había dejado una cena riquísima. ¡La mejor comida en lo que iba del viaje!

Para festejar nuestra última noche en Leiden, fuimos a tomar unas cervezas (no podríamos decir cuántas) en una taberna holandesa con mucha madera y un subsuelo con mesa de pool. Se sumaron a la mesa algunos amigos de Rajko muy buena onda. Entre ellos, Claudia, hija de peruanos, pero que vivió toda su vida en Leiden. La combinación ideal. Fue ahí cuando descubrimos que la técnica de levante de los holandeses es nula. Créannos, un argentino en estos pagos podría hacer desastres realmente.

Nos despedimos de Rajko a la mañana siguiente en la estación del tren. Nosotros partíamos hacia Rotterdam, y él a Amsterdam, a ver el debut de su sobrino de 10 años jugando en las inferiores del Ajax.

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