lunes, 13 de septiembre de 2010

La moderna Rotterdam

El viaje en tren fue más corto de lo que esperábamos, se nos pasó volando. Estuvimos especulando durante el trayecto cómo sería Rotterdam, ya que nos habían hablado mucho y sabíamos que no tendría nada que ver con Amsterdam o Leiden. Sanne y Linda nos esperaban afuera de la estación en su autito rojo.

Después de un par de días soleados, no quedaba otra que volviera la lluvia. Holanda ya nos había acostumbrado a ese ritmo climático. Llegamos a la casa con la lluvia, así que no nos quedó otra que quedarnos adentro, charlando y comiendo, dos cosas que nos cuestan muy poco. Cocinamos chipá, nos tomamos varias jarras de té y le sacamos punta a la lengua. Afuera seguía lloviendo copiosamente. Unas horas más tarde se sumó Eline, la tercera de “las chicas holandesas”. Hasta allí, Rotterdam era para nosotros esa casa super alegre y colorida, donde el único hombre era un conejo llamado Buzz. Vulqui estaba contento de no tener mucha competencia.
Incluso tuvimos tiempo para improvisar una clase de español para las chicas que tienen planeado ir a Centro América en breve. Cada una demostró sus conocimientos y Sanne se despachó con la frase que mejor le salía en español: “Estoy muy caliente”, afirmó. Claro, no sabía lo que decía, Eline le enseñó esa frase haciéndole creer que estaba diciendo “Tengo calor”. Bueno, tal vez le resulte más útil en algún momento.

La tormenta nos dio una tregua a la noche y los cinco nos fuimos de copas. Las chicas nos llevaron al café del “Hotel New York”, que lleva su nombre porque durante el siglo 19 era el lugar desde donde partía la ola migratoria de Holanda a América, debido a persecuciones religiosas o para escapar de la pobreza. De hecho, mucha gente viajaba desde Europa del Este hasta Rotterdam, ya que era una de las pocas ciudades que mantenía un servicio directo principalmente a New York. Por todo esto, el Hotel simula un barco y está ambientado con cientos de detalles que rememoran esa época. Las chicas nos eligieron una cerveza de mujer y otra de hombre, y brindamos en ese bar con historia.

Por lo poco que vimos desde el auto, la ciudad era completamente distinta al resto de lo que habíamos conocido de Holanda. Durante la Segunda Guerra Mundial, Rotterdam fue una de las ciudades más dañadas. Completamente destruida por las bombas, empezó a reconstruirse al finalizar la guerra y continúa su creciente urbanización hasta hoy.

Existe una rivalidad con Amsterdam “la linda”, pero las abuelas cuentan que Rotterdam supo ser una ciudad más pintoresca antes del bombardeo. No pudimos comprobarlo, pero lo que sí pudimos ver es que la ciudad sacó ventaja de la situación y, en lugar de reconstruir la antigua arquitectura, creó un nuevo estilo muy moderno y artístico.

El segundo día le hicimos frente a la lluvia y provistos de dos medios paraguas, salimos al Sanne-tour por Rotterdam (Sanne es guía de turismo y nos armó un recorrido muy interesante). Arrancamos en bici al centro. Cada uno con la suya, excepto Vicky que iba atrás de una de las chicas (increíblemente más estable que ir en la bici con Vulqui). A primera vista ya era evidente la diferencia: grandes edificios, muy modernos, de formas locas. Las que más llamaron nuestra atención fueron las casas cúbicas. En el centro de la ciudad, junto al antiguo puerto y detrás de la biblioteca, descubrimos unos cubos de madera dispuestos como rombos, todos iguales, pintados de amarillo y con techo de chapa. ¡Teníamos que entrar! Una de las casas era un museo, por lo que pudimos ver que esta gente vive con paredes diagonales, pero no necesitan controlar la gravedad, ya que el suelo está en el lugar tradicional.

Seguimos el recorrido por la ciudad sorprendidos de encontrarnos en cada esquina con una obra de arte o algún elemento de diseño. Hasta cruzamos a un enano de jardín de 5 mts (no tan enano) con un consolador en la mano. Bizarro…

Después de un rato de andar, llegamos al famoso puerto. En realidad, a un pedacito mínimo. Rotterdam tiene el puerto más grande de Europa y uno de los 5 más grandes del mundo, con barcos gigantes que lo atraviesan a diario. Bastante impresionante.

El tour fue corto pero rendidor. Debíamos volver a la casa, éramos los encargados de la cena y teníamos invitados a comer: Michel, una amiga de Sanne, y Bram, que venía desde Amsterdam a visitarnos y a conocer a las chicas. Esta vez teníamos que hacer las empanadas. La buena noticia fue que encontramos tapas de tarta y logramos que se vieran bastante parecidas (hicimos de carne, humita y jamón y queso), la mala es que no tenían gusto a empanada ni por asomo. Por suerte, teníamos a Bram, un fan de nuestra comida, entre los comensales, y volvió a hacernos los honores en Rotterdam. Tuvimos una noche espectacular entre amigos. Por suerte todos pegaron buena onda y el incidente culinario pasó desapercibido.

Bram se quedó a dormir también y tuvimos nuestro último desayuno en Rotterdam todos juntos. Muy gracioso. Linda nos llevó a los tres a la estación y terminamos despidiendo nosotros a Bram en Rotterdam. Él volvía a Amsterdam y nuestro próximo destino era Bélgica.

1 comentario:

  1. Me rei muchísimo con la frase “Estoy muy caliente” me la imagine diciendo eso y la cara de ustedes con la carcajada a flor de labio jajajjaa.
    Yo conozco una casa con muchas diagonales en Lomas, algún día la conoceran, nada que envidiarle a esas amarillentas! jajajja
    Besos a los dos!!! PAO

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